La Mansión Prescott, como se conocía, había sido el hogar de la acaudalada familia Prescott durante generaciones, hasta que una tragedia dejó una marca oscura en sus salas.
La casa estaba llena de historia y secretos, pero lo que la hacía aún más intrigante era la leyenda del fantasma de un niño que se decía que merodeaba por sus pasillos y habitaciones.
En una galería de arte poco conocida, oculta en un rincón tranquilo de la ciudad, se encontraba una pintura que había cautivado la imaginación de todos los que la habían visto.