En una galería de arte poco conocida, oculta en un rincón tranquilo de la ciudad, se encontraba una pintura que había cautivado la imaginación de todos los que la habían visto.
En lo alto de una colina en las afueras de un pequeño pueblo, se erguía una mansión que había permanecido vacía y en ruinas durante décadas. La gente del pueblo se refería a ella como “La Casa de los Espantos”, ya que estaba envuelta en una aura de misterio y terror.
En los confines de un pequeño pueblo, rodeado de campos de cultivo y un silencio inquietante, se erguía una casa de madera de aspecto humilde. Allí vivía la familia Anderson: David, Elizabeth y sus dos hijos, Caleb y Lily.
En lo profundo del campo, rodeado de campos de lavanda y árboles centenarios, se alzaba un antiguo manoir abandonado. La historia del lugar era tan misteriosa como las sombras que lo rodeaban.