En los confines de un pequeño pueblo, rodeado de campos de cultivo y un silencio inquietante, se erguía una casa de madera de aspecto humilde. Allí vivía la familia Anderson: David, Elizabeth y sus dos hijos, Caleb y Lily.
En el pequeño pueblo de Colinasombra, una leyenda oscura circulaba entre sus habitantes. Se decía que al caer el sol, una niña solitaria y pálida, vestida con un vestido blanco desgastado, aparecía en los rincones más oscuros del pueblo.