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La Niña del Crepúsculo

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En el pequeño pueblo de Colinasombra, una leyenda oscura circulaba entre sus habitantes. Se decía que al caer el sol, una niña solitaria y pálida, vestida con un vestido blanco desgastado, aparecía en los rincones más oscuros del pueblo.

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En el pequeño pueblo de Colinasombra, una leyenda oscura circulaba entre sus habitantes. Se decía que al caer el sol, una niña solitaria y pálida, vestida con un vestido blanco desgastado, aparecía en los rincones más oscuros del pueblo. Nadie sabía quién era ni de dónde venía, pero su presencia era motivo de temor y fascinación.

Cada atardecer, cuando el cielo se teñía de tonos de naranja y morado, los lugareños cerraban sus puertas con llave y evitaban salir a las calles. Las luces en las ventanas brillaban con intensidad, tratando de disipar la oscuridad que envolvía al pueblo. La Niña del Crepúsculo, como la llamaban, solo aparecía cuando las sombras ganaban terreno.

Nadie sabía a ciencia cierta qué buscaba la niña ni por qué vagaba por las calles en la penumbra. Algunos decían que era un espíritu en busca de venganza, mientras que otros creían que había sido víctima de algún trágico destino y que su alma estaba atrapada en este mundo. Sea cual fuera la verdad, todos en Colinasombra compartían el temor de cruzarse con ella.

Una noche, un joven llamado Miguel decidió enfrentar sus miedos y descubrir la verdad detrás de la leyenda. Armado con una linterna y un corazón lleno de valentía, se aventuró a las calles mientras el sol se hundía en el horizonte. Las sombras comenzaron a alargarse y la atmósfera se volvió espesa con una sensación inquietante.

Caminando por las calles desiertas, Miguel finalmente vio un destello de blanco en la distancia. La Niña del Crepúsculo estaba allí, parada en medio de la calle, mirando fijamente hacia el suelo. Su cabello oscuro caía sobre su rostro, ocultándolo casi por completo. Miguel avanzó con cuidado, sintiendo un nudo en el estómago.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la niña levantó la cabeza lentamente, revelando unos ojos profundos y tristes que parecían contener siglos de dolor. Miguel no pudo evitar sentir compasión por ella, a pesar del miedo que le recorría la espalda. Extendió una mano temblorosa, pero antes de que pudiera decir una palabra, la niña habló con una voz susurrante.

“Estoy atrapada entre mundos, buscando una salida de la oscuridad. ¿Me ayudarás a encontrarla?”

Miguel sintió el peso de la tristeza en sus palabras y asintió con determinación. La niña lo tomó de la mano y juntos comenzaron a caminar hacia el corazón del pueblo. Con cada paso, las sombras parecían disiparse, revelando una luz tenue y cálida que emanaba de la iglesia abandonada.

Al llegar a la iglesia, la niña miró a Miguel con gratitud. “Gracias por ayudarme a encontrar mi camino. Ahora puedo descansar en paz.”

Después de pronunciar esas palabras, la niña se desvaneció en la brisa de la noche, dejando solo una sensación de paz en el aire. Miguel miró a su alrededor, sintiendo que la oscuridad que había envuelto al pueblo durante tanto tiempo finalmente había sido liberada.

La leyenda de la Niña del Crepúsculo se convirtió en un recuerdo lejano en Colinasombra, pero la historia de cómo un joven valiente ayudó a un espíritu atormentado a encontrar la paz perduró en las generaciones futuras. Y cada vez que caía el sol y la luz del atardecer se volvía dorada en el horizonte, la gente recordaba la lección de compasión y coraje que Miguel les había enseñado.