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Fantasmas Misterio

El Fantasma del Columpio

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En lo alto de una colina cubierta de hierba, se alzaba una antigua mansión rodeada de un aire melancólico.

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En lo alto de una colina cubierta de hierba, se alzaba una antigua mansión rodeada de un aire melancólico. La mansión estaba abandonada desde hacía décadas, y la gente del pueblo evitaba hablar de ella. Decían que estaba maldita, y la historia que circulaba era la de un niño llamado Thomas.

Thomas había sido el hijo único de la familia que alguna vez vivió en la mansión. Era un niño vivaz y alegre, conocido por su risa contagiosa y su amor por el columpio que colgaba de un roble en el jardín trasero. Pasaba horas columpiándose, con el viento revoloteando su cabello rubio.

Un día, mientras se columpiaba felizmente, un trágico accidente cambió su vida para siempre. La cadena del columpio se rompió, y Thomas cayó al suelo con un golpe fatal. La familia quedó devastada por la pérdida y la mansión, una vez llena de risas, quedó envuelta en silencio y oscuridad.

Desde entonces, la gente decía haber visto la figura de un niño en el columpio, balanceándose solitario en las noches de luna llena. Decían que podían escuchar su risa distante, llevada por la brisa. Los valientes que intentaron acercarse afirmaban que el columpio se movía por sí solo, como si el espíritu de Thomas aún quisiera jugar.

Una noche, un joven llamado Daniel decidió investigar el misterio por sí mismo. Subió la colina y llegó a la mansión, con el corazón latiendo con fuerza. Se acercó al columpio, sintiendo un escalofrío en el aire. Miró alrededor, esperando ver alguna señal del fantasma de Thomas.

De repente, el columpio comenzó a moverse lentamente. Daniel observó con asombro mientras se balanceaba de manera constante, como si alguien invisible estuviera sentado en él. La risa de un niño llenó el aire, cálida y amigable. Daniel se sintió inexplicablemente reconfortado por la presencia, en lugar de asustado.

“¿Eres tú, Thomas?” murmuró Daniel con voz temblorosa.

El columpio continuó moviéndose, como si en respuesta. Daniel sonrió a través de sus lágrimas y se sentó en el columpio vacío junto a él. Y mientras se balanceaban juntos en la oscuridad de la noche, Daniel sintió una conexión inexplicable con el espíritu del niño que había perdido su vida demasiado pronto.

Con el tiempo, la historia de Thomas y su columpio se convirtió en una leyenda que se contaba con reverencia en el pueblo. El fantasma del niño ya no era un motivo de miedo, sino una presencia que recordaba la fragilidad de la vida y la alegría que perdura más allá de la muerte.