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Fantasma de la Niña en la Morgue

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Se decía que el fantasma de una niña pequeña de cabello oscuro y vestido blanco vagaba por la morgue durante las noches más oscuras.

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En una noche fría y lluviosa, en un pequeño hospital de una ciudad olvidada, se encontraba la morgue, un lugar sombrío y lúgubre donde descansaban los cuerpos antes de su último adiós. La morgue estaba rodeada de historias inquietantes, pero una leyenda en particular envolvía al lugar en un aura de misterio y terror.

Se decía que el fantasma de una niña pequeña de cabello oscuro y vestido blanco vagaba por la morgue durante las noches más oscuras. La niña, cuyo nombre se había perdido en el tiempo, había fallecido en circunstancias trágicas en el hospital hace muchos años. Desde entonces, se decía que su espíritu atormentado buscaba consuelo y compañía en el mundo de los vivos.

Una noche, un joven médico llamado Alejandro se encontraba de guardia en la morgue. Mientras realizaba sus tareas rutinarias, escuchó un susurro suave y melodioso que parecía venir de algún lugar cercano. Levantó la mirada, buscando la fuente del sonido, y vio una figura borrosa cerca de una de las camillas.

Con el corazón latiendo con fuerza, Alejandro se acercó con precaución y vio a la niña, una figura pálida y etérea que parecía estar en paz a pesar de su naturaleza fantasmal. La niña levantó la mirada hacia él, y en sus ojos había una mezcla de tristeza y anhelo.

Sin decir una palabra, la niña extendió una mano pequeña y frágil hacia Alejandro. El médico, superando su miedo inicial, extendió la suya y sintió un escalofrío a medida que sus dedos se encontraban en el espacio entre los mundos. No había terror en los ojos de la niña, solo una necesidad silenciosa de conexión.

Alejandro se sentó en el borde de la camilla, y la niña se sentó a su lado. A pesar de que no pronunciaron palabras, parecían comunicarse a través de la mirada y la presencia. La niña compartió sus recuerdos, sus risas y sus lágrimas, transmitiendo su historia sin necesidad de hablar.

A medida que la noche avanzaba, la morgue se llenó de un aura de calma y serenidad que no se había sentido en mucho tiempo. Alejandro acompañó a la niña hasta que los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse por las ventanas, disipando las sombras.

Cuando finalmente la niña se desvaneció en la luz de la mañana, dejando solo el eco de su presencia, Alejandro sintió una mezcla de tristeza y gratitud. Había compartido un momento único con un espíritu atormentado, ofreciéndole compañía en su viaje hacia la paz.

La leyenda del fantasma de la niña en la morgue perduró, pero ya no era una historia de terror, sino un relato de conexión entre dos mundos. Y aunque la niña había desaparecido, su presencia seguía viva en el corazón de Alejandro, un recordatorio de que incluso en los lugares más oscuros, la compasión y la humanidad pueden disipar el miedo y traer consuelo a aquellos que lo necesitan.